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¿Ligas más con chicos si enseñas tu cuerpo en las redes?

El lenguaje de la seducción tiene siempre un doble nivel: el literal, lo que se dice en superficie; y el subtexto, todo aquello que se desea decir y se reprime porque no está socialmente aceptado. Y en las redes sociales ocurre lo mismo: en un principio nacieron con un fin concreto (Facebook para comunicarnos, Instagram para publicar nuestras imágenes) pero a la vez, y en esto no podemos ser ingenuos, sirven para ligar. Podría decirse que toda red social es, en realidad, una forma de camuflar a través de una finalidad lícita de lo que realmente nos importa, que es la seducción. Funcionan a este doble nivel que es el propio del erotismo.

Y no es difícil encontrarnos mensajes de desconocidos en Facebook o en Instagram que, con la excusa de elogiar una foto o un post, vienen a ofrecer una cita. Ante este hecho, la respuesta fue llevar al nivel literal y superficial este subtexto de seducción, y así empezaron a nacer los Instagram llenos de fotos de sixpacks perfectamente marcados, pectorales a punto de explotar y selfies en el gimnasio, algo muy común en el mundo gay. Pero, ¿esta estrategia de la visibilidad total es la más adecuada para el ejercicio de la seducción?

Una segunda identidad

Las redes sociales funcionan como una fábrica de identidades alternativas. No nos mostramos, sino que nos construimos en ellas a través de la figura del doble. Allí generamos una biografía escindida de nuestra biografía real en la que se proyectan los acontecimientos que deseamos narrar de nuestra vida. Y el que visite nuestro Facebook o Instagram reconstruirá nuestra identidad a través de esos signos que elegimos previamente, cuidadosamente, con el fin de generar la imagen que el otro tiene de mí. Ahora bien, yo decido cómo mostrarme, pero ¿sabemos cómo nos leen los otros?

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En el mundo gay han proliferado identidades virtuales hipererotizadas, hechas de selfies en los espejos del gimnasio y de videos de crossfit, además de las célebres fotos inmediatamente posteriores al circuito de máquinas, momento en el que los músculos adquieren una tonificación visible. Y, en ocasiones, este tipo de Instragram casi sustituye a la app de ligar: a través del comentario en las fotos, los centenares de “me gusta” de los recién creados abdominales o los mensajes privados se puede encontrar el polvo o la pareja que se desea. Esta estrategia, además, se ha multiplicado desde el momento en el que fue posible enlazar Instagram en las apps como Grindr o Scruff. Ya no es necesario incluir decenas de imágenes de nuestro cuerpo o nuestro rostro cuando está Instagram como cantera de fotos, que funciona como el álbum de imágenes que no cabe en las aplicaciones para ligar.

Obviamente, estamos en un mundo en el que hay un canon de belleza, y en el hombre el músculo es un signo de erotismo. No estamos en los excesos culturistas de los ochenta, en la hipérbole del músculo a lo Arnold Schwarzenegger, pero es cierto que el mundo gay ha hecho del culto al cuerpo una de las señas de identidad en las redes sociales, y muchos tratan de integrarse en esta tendencia: están los que ya forman parte del club y los que aspiran a ello y se hacen selfies mostrando el progreso de los abdominales semana tras semana. El hombre fibrado es la norma hoy en día, porque la masculinidad hegemónica se ha convertido en un ideal. Y para mostrar al mundo que uno se desplaza hacia esa norma están los perfiles de Instagram.

Ahora bien, ¿traer el segundo nivel de la seducción al nivel literal es garantía de éxito? En un primer vistazo sí: ¿quién no vive una erección cuando pasea por un Instagram lleno de semidesnudos del hombre que se encuadra en nuestra imagen de belleza? Y, sin embargo, se puede vivir una posterior frustración simplemente por el hecho de que todo se nos muestra con demasiada facilidad. Si la seducción cuenta con un doble nivel del lenguaje y funciona gracias a nociones como el misterio o la opacidad, a través de un mensaje secreto que nunca se revela en un primer nivel, entrar en un Instagram de estas características puede romper todo el hechizo. Es fácil proyectar en estas cuentas un ejercicio de egolatría que nos puede distanciar del otro y, a la vez, encontrar en esas imágenes ciertas carencias afectivas (ya sean reales o proyectadas). No por mostrar un cuerpo escultórico se logra seducir a niveles masivos.

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