Historia LGTB

Salvador Dalí y García Lorca: ¿una relación homosexual?

Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo (…) yo iré a buscarte para hacerte una cura de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás de que eres inventor de cosas maravillosas y viviremos juntos con una máquina de retratar (…)

Este es un fragmento de una carta de 1928 que envió el artista a Salvador Dalí a su amigo del alma, el escritor Federico García Lorca.

En 1986, Salvador Dalí aclaró que su relación con García Lorca era “algo más que un amor erótico y trágico“ ya que “no podían compartirlo“.

Actualmente se han conservado aproxidamante 45 cartas de la correspondencia que mantenían Dalí y Lorca. Muchas de ellas fueron destruidas por Gala Éluard Dalí, mujer del excéntrico pintor, presa de celos y conocedora de esa especial relación de los hombres, al leer en una de las cartas de Dalí al autor de Poeta en Nueva York que “Gala no le gustaba“.

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Con estas cartas comienza a surgir la posibilidad que estas dos figuras clave del arte español en el siglo XX mantuvieran un idilio homosexual, como así deja ver Víctor Fernández ( artífice de la recuperación de estas cartas) en declaraciones a El País. Según Fernández, existe “un juego de seducción, en el que Lorca utiliza su don de la palabra y Dalí quiere estar a la altura del poeta“.

En una de las cartas, Dalí actúa de voyeur de un encuentro sexual de Lorca con Margarita Manso. El pintor anima al poeta a mantener relaciones sexuales con esta mujer como condición para que éste algún día se acueste con el escritor.

Con el paso del tiempo existe un distanciamiento entre los dos personajes, que se acentúa en la feroz crítica que escribe Dalí sobre la obra de Lorca Romancero Gitano, o el estreno de Un perro andaluz por parte de Luis Buñuel en el que colabora Dalí en el guión y por la que Lorca se siente aludido.

Según Víctor Fernández, Dalí volvería a preocuparse por Lorca tras conocer su asesinato. Comienza a pintarle en sus obras como La academia neocubista. El pintor se sentía culpable de la muerte del granadino y pensaba que podía haberla evitado. En sus últimos años quiso recordar su juventud, donde sus cuidadoras resaltaban una frase que siempre tenía entre labios: “mi amigo Lorca“.

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